Siete-pecados-capitales

Los pecados capitales como actitud social

En el post anterior de esta serie, en la que os quería hablar de los siete pecados capitales y su relación con el mundo empresarial, comenzamos a hablar de los siete pecados capitales, pero nos quedamos solo en cuatro de ellos, los que están más relacionados con la mente (o lo espiritual).

Si hacemos un poco de memoria recordaréis que tratamos de la soberbia en el afán de creernos mejores que los demás, la avaricia como una forma de focalizarlo todo en lo material, la ira como una forma irracional de relacionarse y dirigir equipos y la envidia como un freno al desarrollo personal y de equipo

Hoy toca continuar con los otros tres que faltan. Son los más carnales: lujuria, gula y pereza y por eso, quizá sea más complicado verlos reflejados en las empresas, pero, desde mi punto de vista, se presentan más frecuentemente de lo que pensamos, aunque de forma más “disfrazada”.

Lujuria: la conquista y la seducción

Todos sabemos lo que es la lujuria y por ello podemos pensar que, dentro de una empresa, tiene más de delito (por el tema del acoso) que de pecado. Pero planteémonos la idea freudiana de la preponderancia de lo sexual en nuestra forma de relacionarnos y quizá no estemos tan desencaminados.

Somos seres sexuados y esto marca nuestro comportamiento en el grupo social, ya sea una peña para ver el fútbol, un club de montañismo o el propio trabajo. Yo, como varón, no reacciono igual cuando me presentan a alguien dependiendo del sexo que sea. Si me presentan a un hombre, le tiendo la mano. Si en el ámbito laboral me presentan a una mujer, yo personalmente, dudo si tender la mano o poner la cara para darnos dos besos. Suelo reaccionar racionalmente y estrecharnos la mano.

Somos seres sexuados y así reaccionamos. No hay que hacer dramas de ello. ¿Entonces, cuándo es un problema? Cuando esa “sexualidad” se convierte en patrón de conducta. ¿Quién no ha oído nunca en su empresa eso de “esto se hace así por cojones”? – perdón por la expresión – Esa es la expresión del “macho alfa” que demuestra que domina la manada y que, además, cuando se hacen las cosas como él o ella dice, se siente todavía más reproducido en su grupo.

En la lujuria, la victoria está representada en la conquista y la seducción. Y una vez conseguido el objetivo, ya no tiene el mismo atractivo. Sentimos más placer en los logros personales que en los colectivos y nos vanagloriamos de ello, aunque para conseguirlo hayamos tenido que dejar a otros compañeros en la estacada.

Buscamos esos logros para colgarnos medallas y olvidamos mantenerlo, cuidarlo y dar continuidad a otros compañeros mientras nosotros buscamos nuevas metas que “conquistar”. La lujuria nos hace incapaces de cuidar y valorar lo que tenemos.

Gula: la búsqueda de una alimentación desmedida

Alimentarse es necesario para poder vivir. Y comer es un gran placer en nuestra existencia. Es más, dentro de Humanas, realizamos talleres prácticos para comer de forma saludables. Porque comer por comer hasta reventar es un absurdo. Es típico de animales carnívoros, depredadores de otros animales, que comen cuando cazan y cuando no cazan pasan hambre.

La alimentación es algo de seres vivos, entonces, ¿existe la gula entre las empresas? Sí, porque las empresas se alimentan de “clientes” a los que venden sus productos y servicios y que, en simbiosis, les permite desarrollar su actividad de forma satisfactoria.

La gula aparece cuando buscamos una “alimentación” desmedida. Buscamos captar clientes sin sentido, muchas veces adelantándonos a la competencia, sin poder dar el servicio de forma adecuada, porque lo que se pretende es engordar. Crecemos demasiado y eso nos limita la capacidad de movimiento, genera enfermedades en nuestro organismo (organización), y llega el “infarto” en forma de pinchazo de la burbuja económica creada, y si no tenemos resistencia suficiente para soportarlo porque nos hemos desarrollado como ídolos con pies de barro, caemos estrepitosamente.

¿Existe la gula en las empresas? Sí, porque las empresas se alimentan de “clientes” a los que venden sus productos y servicios

La gula empresarial se puede considerar como una ambición desmedida que nos lleva a devorar todo lo que tenemos a nuestro alcance sin saber si tenemos capacidad suficiente para asimilarlo.

Pereza: una forma estática de comodidad

En este mundo que se mueve tan rápido, todos tenemos momentos en los que nos sentimos perezosos. Como gustan esos días de descanso en los que lo único que apetece es levantarse tarde de la cama para sentarse en el sofá a ver la tele. Si es deporte mejor, ¡que se cansen otros! Hoy es mi día e relax.

Y esto está muy bien. Todos necesitamos desconectar de nuestras actividades y dar oxigenar nuestra mente. Pero también conocemos los eternos perezosos, siempre cansados, lentos para tomar iniciativas o para hacer las cosas que se les encomienza o que son su responsabilidad. Las personas perezosas desesperan a los que las tienen que soportar.

Por definir de forma sencilla la pereza es una forma estática de comodidad que nos impide salir de nuestra zona de confort o de seguridad. Si estoy a gusto así, ¿para qué moverme? Esta definición es aplicable a la pereza personal, pero también al ámbito organizacional. ¿Cuántas veces hemos oído a un trabajador o mando decir “siempre se ha hecho así”? ¡Muchas! Es una resistencia al cambio que tenemos tanto como personas y que termina por verse reflejada en las organizaciones.

Tomar iniciativas significa asumir responsabilidades y esto supone un esfuerzo que muchas veces no sabemos de qué forma será recompensado, así que en bastantes ocasiones las empresas, y las personas que las formamos, nos quedamos quietos, para no perder lo que ya tenemos. Nos justificamos diciendo que no somos ambiciosos, que nos conformamos con lo que hay, pero no nos damos cuenta que esto implica cerrarse al mundo. Un mundo que sigue siempre en movimiento, en desarrollo, que cambia de actores y de necesidades. Una empresa perezosa es la que se resiste al cambio por miedo perder lo que seguro perderá si no se adapta a las nuevas necesidades sociales.

La pereza se presenta como inmovilismo, miedo al cambio que tienen las empresas porque adaptarse significa salir de su propio ámbito de comodidad.

Los Pecados Capitales como actitud social

Ya veis que los pecados capitales, además de ser actitudes personales, pueden ser trasladados a las actitudes de las empresas ya que estas están compuestas por personas. Somos humanos, con nuestras virtudes y nuestras debilidades y las trasladamos a nuestro entorno y a nuestra sociedad.

Por cierto, habéis visto que he comentado que las personas tenemos virtudes y debilidades. Una curiosidad, la tradición siempre ha presentado una virtud para superar a cada uno de los siete pecados. ¿Sabéis cuáles son? Siempre está Wikipedia, pero si no, en el último post de esta serie trataremos el tema.

Vidal Garrido. Responsable de Valores en Humanas Salud Organizacional

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