Para muchos de nosotros el verano es la temporada de las vacaciones. Es la oportunidad para dar un descanso a la rutina de todo el año, para dedicar más tiempo a lo que más nos gusta, para entregarnos a la lectura de un buen libro, al deporte, a la comida, a los amigos, a la familia.
Sin embargo, también es el momento del año en el que la mente no está tan organizada por el ritmo del día a día. La mente deja la ventana abierta a unos mosquitos muy peculiares: pensamientos negativos que chupan tiempo, energía, serenidad.
No tengo nada en contra de los mosquitos.
Pero la similitud con estos insectos se debe a que los pensamientos negativos llegan -como los mosquitos- en silencio, pican en un instante y luego dejan marcas que sí pueden durar días y molestar. Además, pueden convertirse en vehículos de transmisión de enfermedades. Como los pensamientos.
Veamos entonces cómo funcionan y qué podemos hacer para protegernos de cinco tipos diferentes de pensamientos o “mosquitos” para que podamos disfrutar de este verano en total serenidad.
1. Pensamientos de rabia
Estos pensamientos nos llegan para ocultar algo que nos duele. La rabia sirve como anestesia para no sentir tristeza, así que para que estos mosquitos no nos piquen es fundamental reconocer el dolor que está detrás de esta rabia.
En cuanto seamos capaces de mirar a los ojos la tristeza, los pensamientos de rabia se irán. Para alejar estos pensamientos, reconozcamos que la rabia surge cuando nos sentimos débiles e impotentes. Por eso llega la rabia, para darnos la sensación de poder y de control.
Agradezcamos todas las experiencias que estamos viviendo y de las que estamos aprendiendo. Todas, incluso las que duelen. Hay veces que la luz que nos ilumina es molesta: dejémonos un tiempo para acostumbrarnos a la luz y luego seremos capaces de ver todo con más claridad.
2. Pensamientos de tristeza
Llegan cuando consideramos que hemos vivido una injusticia y que mereceríamos algo mejor o diferente. No tiene nada a que ver con el hecho que tengamos derecho a sentir tristeza, claro que tenemos derecho. Pero si nos damos cuenta de que estos pensamientos se hacen insistentes y vienen acompañados por pensamientos violentos, salgamos para dar un paseo bien largo.
Si hace calor, evitemos justo las horas más cálidas o, si es posible, busquemos paseos con sombra. Cuando el cuerpo se mueve, algunas tensiones se van por si solas. Es difícil mantenerse tristes o enfadados si andamos un buen rato.
Despeja la mente, ayuda a conectar con nuestra fuente interior. Hazlo. Hazlo ahora.
3. Pensamientos de culpa
Si hemos hecho (o no) algo que ha causado un daño a otras personas, reconozcamos nuestra responsabilidad, recordando que cada uno de nosotros siempre hace lo máximo que puede, siempre. Incluso si hemos actuado en mala fe, pensemos que hemos hecho lo máximo que podíamos.
Este máximo no es el máximo que se espera de nosotros (o que nosotros esperamos de los demás), es el real máximo potencial que una persona puede expresar en un preciso momento. Como un globo, que expresa su máxima capacidad en la cantidad de aire que realmente contiene en cada momento.
Si estamos a tiempo, pidamos disculpas y preguntemos en qué modo podemos reparar el daño y restablecer el orden en el caos que hemos creado. No necesitamos sentirnos culpables, lo que necesitamos es actuar y aprender de los errores.
4. Pensamientos de procrastinación
No hace falta hacerlo todo. Cuando nos damos cuenta de que estamos acumulando cosas que teníamos que hacer y que, por la razón que sea, no tenemos ganas de hacer, la primera acción que podemos emprender para romper esta nefasta cadena de culpabilidad es reducir las cosas que tenemos que hacer. Pon las tareas por orden de prioridad y no te preguntes si quieres o no empezar.
Es como deglutir después de masticar. Es automático. Esto es lo que tenemos que hacer con el listado en mano. Empezar y hacer. Y si viene la pregunta tal como “¿Tienes ganas de hacerlo?”, le contestamos “Gracias pregunta por venir, pero no me interesas. Lo que quiero ahora es acción y determinación. Gracias.”.
5. Pensamientos de envidia
La envidia, monstruo tremendo porque desvía tu atención hacia lo que está fuera de tu control. Los pensamientos de envidia te hacen sentir débil e inútil. Si sentimos envidia, hagámonos estas preguntas: ¿para qué quisiéramos estar en la condición del otro?, ¿para lograr qué?, ¿para demontrar qué?
Reflexionemos un momento sobre nuestros proyectos de vida, sobre nuestras prioridades, sobre nuestros valores y tomemos conciencia sobre si estamos actuando de acuerdo con nuestros valores o no.
La envidia a menudo nos habla de un atajo. Nos gustaría tener algo del otro pero no nos gustaría gastarnos el esfuerzo del otro, vivir las decepciones del otro, padecer las inquietudes y los miedos del otro. Quisiéramos solamente el regalo, el premio final.
Demos espacio a lo que realmente tiene valor para nosotros y pongámonos a trabajar con alegría, valentía, determinación. Cuando nos pongamos a la obra, la envidia se habrá ido. Porque solo le gusta lo que no es real. Demos las gracias a la vida real, aquella en la que nos esforzamos para buscar la risa y nos mimamos para aguantar las lágrimas.
Si en tu empresa también hay «mosquitos» que afectan al bienestar de la organización, no dudes en contactarnos. ¡Nos encargamos de la salud de tu empresa y tus trabajadores!
Alberto Simoncini – Gestión de las Emociones