Nos encontramos en un contexto de emergencia sanitaria. La salud ha adquirido el valor que le habíamos restado durante muchos años, pues como todo en la vida, mientras la tenemos no la valoramos. Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 ha generado un clima de enfermedad y muerte que, unido a grandes pérdidas económicas a nivel personal y social, nos hace poner el foco en lo esencial: ¡la salud! Por fin somos conscientes de que la salud es la unidad que da valor a todos los ceros de la vida. Porque sin ella, nada es posible.
Este escenario sin precedentes genera elevados riesgos psicosociales. La COVID-19 no es solamente una pandemia física sino también psicológica. La cuarentena, el aislamiento social, la incertidumbre, el miedo al contagio acaban generando estados de tristeza, irritabilidad, enfado… que tienen consecuencias serias para la vida personal y profesional. Nuestra salud mental se ve seriamente comprometida en este escenario y es fácil que aparezcan trastornos psíquicos como depresión, ansiedad y estrés.
La importancia de gestionar la salud mental
La salud mental es la gran ausente en esta crisis. Nos protegemos físicamente, salen ayudas para que las empresas confeccionen mascarillas, batas, respiradores, etc., pero a pocos se les ocurre prestar atención a la salud mental de los trabajadores. Entendemos los EPIS (equipo de protección individual) como un elemento que te pones para prevenir un riesgo, pero ¿cómo protejo mi alma?
Considero que, en un momento tan duro como el que estamos viviendo, la inteligencia emocional será clave para salir adelante. Nuestro cerebro prefiere la infelicidad a la incertidumbre y es necesario ser responsables a todos los niveles para trasladar seguridad. La seguridad nos permitirá gestionar el miedo y el dolor, pero si seguimos inyectando un miedo tóxico en la población, acabaremos todos enfermos. Así que, si hemos comenzado una cuarentena para evitar la propagación de una enfermedad física, no provoquemos ahora una pandemia de enfermedades mentales.
En tres meses nos hemos cargado de un plumazo la felicidad. Si hasta ahora nuestro objetivo era ser felices, ahora volvemos a la base de la pirámide de Maslow: la necesidad básica de seguridad. Estamos en modo supervivencia total, nuestra amígdala ha sido secuestrada, el cortisol invade nuestro torrente sanguíneo y nos volvemos muy primarios, primitivos incluso. Adiós a la creatividad para salir de esta crisis sanitaria. Es mejor criticar y pelear, buscar culpables, como si encontrando a un culpable pudiésemos rebobinar seis meses.
Decía Aristóteles que la felicidad es una actividad de acuerdo a la virtud, así que creo que si seguimos por este camino, podemos olvidarnos de ser felices. Es más, a veces pienso que estamos a puertas de otra guerra civil, pues la virtud, la que nos hace capaces de practicar buenas, bellas e incluso rectas acciones, quedan difuminada por la crispación social que se hace protagonista en los medios de comunicación y acaba contribuyendo a generar más combustible para el miedo.
Aprovecho para mostrar en este artículo mi agradecimiento a todas las personas que han estado en primera línea durante este tiempo y han contribuido con su trabajo a generar bienestar y felicidad en el resto. Ellas serán para mí un ejemplo de integridad y de virtud.
Hemos visto cómo existen profesiones con vocación de servicio que, independientemente de lo que pase en el exterior, siguen obrando bien. Estos seres humanos son capaces de trascender, y mostrarnos a los demás que la virtud está en el alma.
Así que cuidemos de verdad a quien nos cuida, no hipotequemos nuestra felicidad en pos de la seguridad, pues todos podemos contribuir de algún modo a generar felicidad, acercándonos a lo bueno o a una causa noble por la que luchar. Construye en lugar de destruir. Sé tú el ejemplo que quieres ver en este mundo.
Recuerda que en Humanas tenemos disponibles servicios que contribuyen a la salud de tus empleados y, en consecuencia, a la rentabilidad de tu empresa.
Mónica Seara – CEO Humanas Salud Organizacional
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