La verdad que cuando me topé con esta frase, supuestamente de Einstein, me hizo pensar más allá de la fuerza y fondo de su significado.
“Todos somos genios. Pero, si juzgas a un pez por su habilidad para escalar un árbol, pasará toda su vida pensando que es un estúpido”
Sí, más allá de que toda persona tiene ciertas inteligencias, en el sentido de Gardner, y por tanto ciertos talentos o fortalezas, y que, si las aplica en su vida, y concretamente en el trabajo, uno se siente bien y además es más talentoso. Me hizo recordar a unos cuantos colegas y en alguna etapa de la vida a mí mismo, desempeñando puestos, tareas, funciones, misiones, etc. con más o menos habilidad para trepar a ese árbol.
Algo más que un objetivo común
Algunas veces me sentí como pez en el agua, pues efectivamente aquel trabajo estaba hecho para mí. Aplicaba mis competencias más sobresalientes. Sentía el reto constante y el estímulo guiaba mi pasión por aquel trabajo, por su significado y por sus implicaciones para con terceros. Me sentía útil, comulgaba con los valores de la empresa y mis compañeros de trabajo y yo compartíamos algo más que un objetivo común y unas metas profesionales.
Otras veces, me sentí como el pez que quería trepar al árbol sólo y desvalido, o peor aún, liderado por un macho alfa que seguro había visto documentales de gorilas o de lobos. Llegué a empatizar con aquellos animales que aparecían sometidos en un documental de Rodríguez de la Fuente o de Jane Goodall, sin exagerar.
También me llevó a reflexionar sobre los estilos de management que vemos todavía en muchas de nuestras organizaciones. No alcanzo a entender cómo hoy en día podemos encontrar todavía directivos seguidores en su estilo de aquel del ínclito bigote recortado de mediados del siglo pasado que tanto daño hizo al mundo entero.
Como ven, sí soy reflexivo. Imagino es fruto de mis fortalezas y de mi naturaleza curiosa por entender por qué las cosas son así.
¿Por qué no aplicamos lo que sabemos?
Bueno no acabó ahí toda mi reflexión… Busqué y encontré evidencia científica de que las personas son más capaces de conseguir resultados cuando usan sus propias fortalezas. Pues utilizarlas aplica un “botón” extra de gas, de energía, de implicación, de motivación. Se sienten más satisfechos.
También encontré que es más fácil llegar al engagement y al Flow aplicando las fortalezas en el trabajo, y que somos mucho más productivos cuando las ponemos en funcionamiento al servicio de nuestra organización.
También existe la cara b de la situación, como anteriormente destacaba. Los equipos de trabajo que están conectados a tareas que exigen el uso de las fortalezas de cada uno, obtienen mejores resultados y por lo general son más productivos, innovadores y resuelven mejor sus problemas… y claro, a la gente le encanta estar con gente con talento, pues estimula su propio talento y sus competencias.
Y de todo esto, como siempre reflexionando, tomé conciencia de la cuestión del ¿por qué no aplicamos lo que sabemos? ¿Por qué nos empeñamos en poner de jefes a herederos de aquel del recortado bigote? Quién sabe…
Lo que sí sabemos es que, si nuestros puestos/trabajos exigen a nuestras personas utilizar sus fortalezas, obtendremos un plus de resultados, de motivación y de compromiso por parte de nuestro capital humano. Que además desarrollaremos su talento y entraremos en un círculo virtuoso positivo con influencia en personas, equipos y resultados organizacionales.
Ahora bien, ¿por qué nos empeñamos en hacer que nuestros empleados trepen al árbol cuando son peces? Confundimos el reto o debemos llenar de agua a nuestro árbol. Algo debemos hacer….seguiremos reflexionando.
Javier L. Crespo, Ph.D. y Employer Branding y Engagement en Humanas
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