Llega diciembre.
Llega la Navidad.
¡¡Llega diciembre!! Un mes temido y temible. Fiestas, puentes, reuniones familiares, gastos extra, una competición de generosidad por encontrar los mejores regalos y… lo más temido: La Comida de Empresa con los compañeros y los jefes.
¿De verdad que puede haber algo más aterrador que una reunión en la que todos tenemos que fingir buena cara, estar a gusto con todo el mundo y medir nuestras reacciones por miedo a que el gracioso de turno nos cuelgue en la red haciendo algo inapropiado? No quiero ni pensarlo.
Hablando un poco más en serio. Diciembre es un mes estresante porque muchas veces, con tantas fiestas no sabemos de qué manera vamos a sacar adelante todo el trabajo pendiente. Cuando planificamos nos damos cuenta que se nos queda corto el tiempo.
En España empezamos el mes con el puente de la Constitución y la Inmaculada y dos semanas después de habernos estrenado en las pistas de esquí, llega la lotería y Nochebuena. Y todo “sin haber vendido ni un colín” y sabiendo que a día 31 de diciembre hay que enviar los informes mensuales, hay que cerrar años y balances, hay que hacer estadísticas, dejar listo el inventario…
Y para mayor castigo tenemos que reservarnos un día para la comida o la cena de empresa. ¡Qué cruel es la vida! ¡Qué crueles son las tradiciones!
¿De verdad que todo es tan abrumador? Yo pienso que no. A pesar de que es un mes que es poco hábil, lo es para todo el mundo. A diferencia de los meses de verano, en Navidad (a excepción del comercio) se detiene casi todo el mundo, así que, si no nos tomamos un respiro, nos lo hacen tomar los demás. Si esto es así, ¿por qué no disfrutarlo?
La comida de empresa tiene otros matices. Muchas veces no tenemos ganas de asistir a un acto social en el cuál tenemos que ponernos guapos y guapas, en el que igual nos toca comer al lado de aquel compañero al que hubiésemos tirado por la ventana de la oficina hace un mes y todavía no se nos ha pasado el cabreo.
El evento al que viene el jefe, que casi nunca aparece y que tenemos que hacerle corrillo para que no se sienta desplazado. E incluso, que a veces, tenemos que pagar “a escote” porque la empresa no convida a este “acto de convivencia”. Y para colmo, todos los restaurantes están completos y no sabemos a dónde ir.
Pero todo tiene su lado positivo. Reservarnos una vez al año un rato para encontrarnos entre nosotros de otra manera es agradable. Muchas veces es la única oportunidad que tienen algunos de los trabajadores de la empresa de encontrarse con todo el equipo. Y, con una comida, se puede hacer de forma más distendida.
Es cierto que hay que medir las formas. En casi todos los grupos sociales suele haber un “graciosillo” que comparte por las redes sociales situaciones que no deberían salir de su contexto. Pero creedme, como decía mi madre, “el pecado lleva la penitencia”. Es decir, esa persona misma se autorretrata.
Por enumerar algunas de las ventajas que tiene un encuentro navideño, se pueden indicar las siguientes:
- Permite mejorar las relaciones entre distintos departamentos de la organización al permitir un encuentro informal, diferente al de las reuniones de coordinación que suelen ser más tensas porque cada uno pretende obtener lo mejor para su equipo.
- Ayuda a mejorar la autoestima de cada uno al sentirse dentro de una organización que no solo se preocupa de la “productividad”, sino que tiene detrás de cada nombre y apellido una persona.
- Tiende puentes entre personas, ya que podemos entablar una comunicación, aunque solo sea una vez al año, distinta de la que habitualmente tenemos. Es posible que hasta encontremos más similitudes y afinidades en nuestros compañeros de las que creíamos.
- Hace desaparecer máscaras. En el trabajo estamos obligados a mantener una imagen, tanto corporativa como de cargo. Muchas veces este papel que interpretamos nos acaba comiendo y el personaje se impone a la persona. Con la distensión, nuestra verdadera personalidad tiene una oportunidad de abrirse paso y mostrarse a los compañeros. Y, por supuesto, también las de los compañeros a mí.
- Puede ayudar a resolver conflictos internos entre compañeros. Un encuentro sin la tensión del día a día puede permitir que se aclaren malentendidos. Esto no significa que una cena sea equivalente a la consulta de un especialista. Porque de la misma manera que indico que en un encuentro de este tipo pueden resolverse conflictos, no ir también puede ser una forma de hacer visible el malestar de un miembro del equipo y hacerse visible al resto de los miembros del mismo. Todo tipo de manifestaciones son positivas siempre que sirvan para que entre todos busquemos la solución.
- Por último, es divertido.
No sé si son razones suficientes para convencer a empresarios, ejecutivos y empleados de las bondades de una comida navideña de empresa. Al final, cada circunstancia es la que implica una actuación individualizada, pero yo desde aquí animo a dejar por un rato el teléfono en paz, olvidarnos del Whatsup y redes sociales y estar más tiempo con las personas que están a nuestro alrededor, tanto compañeros de trabajo como familia.
Una última puntualización. El tiempo es nuestro bien más preciado. No debemos ser tacaños con él.
El tiempo invertido en las personas nunca es tiempo perdido.