Los comienzos del siglo XXI han sido los años del gran auge de los medios de comunicación y de la integración de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos de la vida. Las TIC ya existían y suponían un gran potencial, pero todavía había personas reticentes a usarlas. Eso de comprar un billete de tren con el móvil o hacer el pedido del supermercado por el ordenador no daba mucha confianza.
Con la irrupción de la covid-19 hubo que adaptarse a nuevas situaciones en las que la tecnología digital era nuestra única salida. Los confinamientos hicieron que la venta online fuese más habitual y que personas que antes no se fiaban, ahora estuvieran obligadas a comprar en distintas plataformas y webs debido a los confinamientos. Las consultas médicas en persona también se hicieron más raras y esa palabra de la que muchas veces se habló y que no se tenía muy claro para qué servía se hizo muy habitual: el teletrabajo.
Hubo muchas tareas que se empezaron a realizar desde casa y muchas aplicaciones de videoconferencia que ya existían estaban en boca de todos y ya son como uno más de la familia en el hogar.
Con todo esto hemos logrado individualizar el trabajo, ya que cada uno lo hace desde su casa, y a la vez, con las plataformas y suites de ofimática hemos intentado mantener el espíritu de equipo que antes se podía tener en la oficina. Pero no siempre es así.
El trabajo a distancia ha hecho que nuestro compañero sea una pantalla, muchas veces un avatar que no nos implica mucho y sobre todo no nos reporta mucho feedback sobre la integración de nuestro trabajo con el de los demás.
En unas cuantas oficinas, con el suavizamiento de las restricciones, se ha optado por un modelo mixto con unas horas a la semana en la oficina y otras a distancia. Pero esto tampoco se ha visto en un reforzamiento del equipo.
Muchas veces vamos a la oficina con prisa a hacer lo que tenemos previsto y cuando estamos en ella, la pantalla del dispositivo informático vuelve a ser nuestro principal compañero. La relación con los compañeros es distante y formal.
Otra desventaja que tiene esta forma de trabajar es que al final nos volvemos egoístas con nuestro trabajo. Perdemos la costumbre de compartirlo y no nos gusta que ninguno de los otros se acerque para ver “qué estamos haciendo”. Ya se lo presentaremos al grupo cuando esté terminado y entonces, igual es demasiado tarde para favorecer la integración de nuestra parte en el conjunto.
Esta individualización del trabajo también nos está volviendo más “náufragos en una isla desierta”. Pensamos algo así como: “Yo no me meto en el trabajo de los demás, que nadie se meta en el mío” y esa despreocupación se transforma también en una sensación de desamparo porque, al no recibir feedback del trabajo realizado, sentimos que va perdiendo valor, tanto el trabajo como nuestra persona, que solo sirve para meter datos en un ordenador.
Fomentar el espíritu de equipo en pandemia
No es fácil integrar el trabajo individual en tiempos de pandemia sociosanitaria. Hay que intentar mantener el espíritu de equipo, el feedback positivo entre todos, la camaradería y la valoración del trabajo de cada uno para conseguir el objetivo común.
En estas páginas hemos dicho muchas veces que un trabajador valorado rinde más. Yo, aún digo algo más atrevido, un trabajador integrado en el equipo es fuente de valor y motivación para los demás.
Por eso insisto que en estos tiempos de transformación que nos está tocando vivir no debemos olvidarnos de los trabajadores en la sombra que facilitan el trabajo a los demás o que realizan una labor que solo se verá en su totalidad al final, porque todos somos esenciales en el funcionamiento de la empresa.
Hay muchas formas de motivar al equipo: una llamada de teléfono para hacer alguna consulta, una breve reunión o visita para concretar la forma de hacer una tarea, una visita a otros departamentos para ver cómo se desenvuelven y la forma de trabajar, etc.
Lo realmente importante para que el equipo funcione es que todos sus integrantes conozcan sus funciones y que sientan que su trabajo es útil para los demás sin la presión de sentirse imprescindibles. Un equipo integrado, valorado y bien comunicado es mucho más productivo y un premio para su gestor o líder.
Llega el momento de retomar el trabajo en equipo, la motivación, la comunicación, el contacto, la cercanía. Hemos sido náufragos en tiempos de pandemia, ya sabemos lo bueno y lo malo que tiene el teletrabajo. Aprovechemos lo bueno para mejorar en nuestro trabajo y recuperemos el trabajo colectivo, el equipo y la motivación de los proyectos en común.
Además, si quieres volver a reunir a tu equipo y reforzar los lazos de las personas que lo componen te proponemos esta formación out door, donde aprenderás de forma dinámica, vivencial y divertida otra forma de relacionarte con tu gente.
Vidal Garrido – Filósofo e ingeniero. Técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales.
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