La palabra estrés viene del latín stringere, que significa «apretar», y es una reacción fisiológica del organismo, en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se “percibe” como amenazante o de demanda incrementada.
El nivel de estrés que experimentemos dependerá del tipo de situación que desencadena el estrés, de la interpretación que hagamos (podemos valorarlo como un reto o como una amenaza) y de la respuesta que demos a esa situación.
La cuestión es que el estrés siempre está presente en nuestra vida. Ahora bien, es necesario entender que no todo el estrés es perjudicial por definición. Es por ello que debemos diferenciar entre distrés y eustrés.
Por distrés se entiende un conjunto de estímulos dañinos que nos debilitan, nos restan confianza en nosotros mismos y fuerza para actuar. Es el denominado estrés malo, producido por la angustia y relacionado con el miedo o la ansiedad.
El eustrés, por otro lado, es el conocido como estrés bueno, relacionado con la excitación debido a la emoción y la anticipación. Eu-, prefijo de orgien griego que significa saludable, se usa en el mismo sentido en la palabra euforia.
En este sentido, cuando decimos que el estrés puede conducir a problemas laborales, sociales y de salud, nos estamos refiriendo al distrés.
Según cifras de la OMS (Organización Mundial de la Salud), siete de cada diez trabajadores presentan problemas de salud debido al distrés, originado por las tensiones propias de un entorno cambiante y acelerado que incide en la productividad de las organizaciones.
Recordemos lo que dice la doctora Lupien. Esta eurocientífica nos explica que las causas que originan el estrés son: la novedad, la impredecibilidad. la sensación de descontrol y lo que sea una amenaza para la persona.
En este escenario, herencia de la crisis económica y el entorno VUCA en el que nos relacionamos, no es de extrañar que el 71% de los españoles reconozca sufrir de estrés (distrés). Este dato aparece en el 360º Wellbeing Survey 2019: Well and Beyond, un informe anual que elabora Cigna Corporation donde se examina la percepción de bienestar de la población respecto a su familia, sus finanzas, su salud física, el entorno social y la situación laboral.
En la investigación también se revela que alrededor de cuatro de cada diez trabajadores creen que el estrés no se gestiona adecuadamente en su lugar de trabajo.
Además, diversos especialistas coinciden en que el estrés laboral disminuye la productividad hasta un 30%. Si el distrés afecta de forma tan negativa al rendimiento en las organizaciones y a la salud de los trabajadores, ¿por qué no se gestiona?
Abordar los riesgos psicosociales y el estrés (distrés) en las organizaciones no es tarea sencilla. Sigue viéndose como un tabú. De algún modo aún creemos que las afecciones que están ligadas a nuestra mente obedecen más a nuestra esfera personal que profesional, y por eso no se habla de ese 3,5% de hombres y 6,5% de mujeres que sufren depresión debido al trabajo.
Pero si la gente no es feliz en el trabajo (según un estudio de la Universidad de Harvard, el 75% de los trabajadores no son felices en su trabajo), y además enferman como consecuencia del estrés… ¿qué podemos hacer?
Es cierto que la empresa debería promover un ambiente saludable, pero hay que reconocer que la cultura laboral tóxica se extiende con más rapidez que la saludable. Es por ello que te invitamos a que pases a la acción, no esperes más, te proponemos que te unas a este plan para vencer al estrés.
Para gestionar el estrés hay que entender cómo se origina. En el primer párrafo te explicaba que el estrés es la reacción fisiológica a una situación que se percibe como amenazante. La clave está en esa palabra PERCIBE. No tiene porqué ser real, es cómo yo la percibo.
Con un ejemplo lo entenderás mejor. Es aquello de que nada es blanco o negro, sino que hay tantas situaciones como personas te la describan, porque cada uno de nosotros percibirá esa situación de una forma distinta. Así la realidad es neutra, o cada uno tendrá su propia realidad.
Imagínate a una pareja que se va a casar y están preparando el baile de ese día tan especial. Eligen un tema y ensayan esa canción para que todo quede genial el día de su boda.
Hasta aquí solo he descrito una situación, digamos que la realidad es: Antonio y Silvana se van a casar y están ensayando el baile del día de su boda.
Ahora, ¿cómo perciben la realidad Antonio y Silvana? Resulta que Silvana está eufórica con ese momento, le encanta bailar, y qué mejor ocasión para hacerlo que el día de su boda. En este caso no hay estrés, tenemos eustrés. Para ella la situación no es amenazante, es motivadora.
¿Pero Antonio? Resulta que Antonio no sabe bailar. Y simplemente se ha dejado llevar viendo la euforia de su compañera, no ha sabido decirle que no quiere bailar, así que está atemorizado, siente pánico del ridículo más tremendo que pueda hacer el día de su boda, ese momento que nadie olvidará cuando él pise a su pareja y caigan en el medio de la pista para regocijo de los demás. Así lo vive él, con distrés.
Confío que este ejemplo y estas instrucciones te permitan mejorar esas situaciones en las que aparece el estrés. Al menos, hacerte consciente de cómo nuestra cabeza nos juega malas pasadas. Recuerda que es cómo percibimos una situación lo que nos hará entrar en distrés o eustrés. Pero solo es eso: lo que yo percibo, no lo que sucede realmente.
Te dejo experimentar y, si pones en práctica estos consejos y sales con éxito de la situación que te está limitando, espero tus comentarios. Ánimo, ¡todo está en tu cabeza!
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Mónica Seara – CEO Humanas Salud Organizacional
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